domingo, 4 de febrero de 2018

Sonya Yoncheva (The Verdi Album - Sony Classical 2017)

Verdi, sin acento

Primer acercamiento en solitario de Sonya Yoncheva al gran repertorio romántico, tras un anterior recital dedicado a Haendel. Como es sabido, la cantante búlgara ha ido derivando su radio de acción hacia los grandes títulos operísticos de repertorio, tras unos inicios más centrados en el campo barroco, coincidiendo también con el desarrollo natural de su voz, que ha adquirido unas hechuras y un empaque de mayor consistencia.

Hay que reconocer que el resultado produce cierta decepción y no está a la altura de las expectativas. Para empezar, los micrófonos no parecen recoger en toda su naturalidad las características carnosas y enjundiosas de su voz, que aquí suena bastante metálica y desaliñada a medida que va ascendiendo por la tesitura (en torno al F4-Sol4 empiezan a producirse los quebrantos), donde la voz parece destimbrarse  y perder sustancia y redondez, volviéndose áspera y desabrida, además de con exceso de vibrato (en el inicio de la preghiera de Stiffelio estos rasgos son muy evidentes, porque incide sobremanera en esa franja). Escuchada en vivo, la voz de Yoncheva no produce esa sensación, por lo cual se puede deducir, como le ha ocurrido a muchas otras voces a lo largo de la historia, que los estudios no le son muy favorables. La otra opción sería pensar que su voz se está depauperando con excesiva premura (incluso como consecuencia de esa ampliación de repertorio hacia títulos y autores más pesados, que se ha mencionado anteriormente), pero por el momento es preferible ser optimistas y echarle la culpa al empedrado.

Otro punto de decepción ante este recital es la poca implicación expresiva de la cantante, que lo canta todo igual, sin mayores matices ni inflexiones. Todo está más o menos en su sitio (salvos los problemas en la zona aguda, ya aludidos), la emisión es correcta, la línea de canto es musical, pero parece más bien una lección de solfeo que una interpretación. El asunto sería reprochable con cualquier autor, pero más aún tratándose de Verdi, donde los acentos, los matices y las gradaciones expresivas son fundamentales. Ejemplo perfecto de lo antedicho es el aria de Don Carlo, que pasa sin pena ni gloria, tanto por esa inanidad en el decir como por la falta de pegada y de anchura de la cantante en las grandes frases iniciales, donde además la voz suena fatigada.

Tampoco en las arias de vocalismo más exuberante (Attila, Trovatore o Forza) aprovecha Yoncheva para desplegar toda su capacidad virtuosística, quedándose en unas interpretaciones correctas, pero planas y de escasa elocuencia. En el caso de Attila, la soprano búlgara elige el aria del primer acto (Liberamente or piangi), sosegada y contemplativa, en lugar de la rabiosa salida del personaje. Es el aria que normalmente han escogido las grandes vocalistas que nunca se atrevieron con el papel (tipo Caballé), precisamente porque permite desplegar toda una serie de alardes y de sonoridades envolventes y aladas. Yoncheva la canta con pulcritud pero con aparente desgana, y la fluidez vocal, la ligereza y las delicuescencias que pide el aria no aparecen por ningún sitio.

En Trovatore (Tacea la notte placida) se podría hablar de una interpretación inanimada, sin particular lucimiento tampoco en la cabaletta, ni por soltura, ni por facilidad para las notas picadas, ni por los trinos (aunque el que cierra la página no está mal). En el aria de Forza (Pace, mio Dio), es dubitativo y feo el ataque inicial (Fa4), donde ni apiana ni regula, como pide Verdi. Los pocos intentos por matizar las dinámicas se vuelven destimbrados y fibrosos (como el intento de apianar el Sib4 de “Invan la pace”). En cambio, la misma nota en forte al final de la página sí tiene buena pegada, mientras que en la parte central del aria logra la soprano algo más de transmisión y de emoción.

Los mejores momentos del disco se pueden encontrar en el “Ave Maria”, de Otello (donde la comodidad de la tesitura le permite un canto sedoso y de cierta calidez), en el aria de Simon Boccanegra (donde aligera la emisión y consigue dotar a la página de un candor muy sugerente), y sobre todo en la gran escena solista de Abigail, en Nabucco. Yoncheva consigue una buena versión de este momento de reflexión íntima del belicoso personaje verdiano.  La cantante despliega un canto suave y mórbido (aún con las deficiencias ya apuntadas),  delinea con ligereza también las notas de adorno, y consigue, finalmente, un cierto grado de expresividad, por momentos incluso doliente. En la cabaletta, el acento por primera vez es convincente, la coloratura aceptable, y los trinos (que Verdi puso ahí, no como virtuosismo, sino como un elemento más que define la agresividad de la situación) algunos hasta tienen su punto. La voz sigue sonando dura y metálica, pero en este caso, y haciendo de la necesidad virtud, incluso puede venir bien para recrear el carácter áspero del personaje. Por contra, El Do5 final, que la cantante ataca con valentía, es mejorable y se lo podía haber ahorrado.

Massimo Zanetti, al mando de la Münchner Rundfunkorchester, ofrece unas versiones acordes con la frialdad expresiva de la diva. Acompañamientos correctos y con buenos modos, pero  sin especiales atractivos. Señalar, para finalizar, la falta de coherencia en la presentación estructural de las piezas seleccionadas: Trovatore va con la cabaletta completa, Nabucco sólo a una vuelta,  mientras que de Luisa Miller sólo se presenta el aria, sin cabaletta que valga. Curioso cuanto menos.