Ingeniería alemana: una de cal y otra de arena
Nuevo y
esperadísimo disco de la “megaestrella” tenoril del presente: Jonas Kaufmann.
Si hace unos pocos años, y coincidiendo con el centenario verdiano, el tenor
había dedicado un disco exclusivo al compositor de Busetto, ahora hace lo mismo
con el otro operista italiano, ídolo del gran público: Giacomo Puccini. Una grabación que, además, ha
tenido su punto de polémica servido por las luchas comerciales entre las
grandes multinacionales discográficas. El señor Kaufmann es artista exclusivo
de SONY (compañía que edita el disco) pero perteneció en el pasado a DECCA, y
ésta ha aprovechado hace unas semanas para sacar una recopilación de las
grabaciones puccinianas del tenor que tenía en sus archivos. Una pillería, que
el propio Kaufmann, a través de las redes sociales, ha tratado de remediar, pidiendo a sus admiradores que no
cayeran en la trampa de comprar el “frankenstein” de DECCA sino la novísima y exclusiva grabación de SONY.
Como
siempre ocurre con el tenor alemán, en el disco hay de todo: bueno, malo y
regular. La arbitrariedad técnica del cantante, con unos rudimentos no del todo
bien asentados ni asimilados, dan la sensación al oyente de que los resultados
tienen casi siempre algo de aleatorio y de azaroso. Tampoco ayuda la agenda
archi-repleta del tenor, quien, siguiendo la estela dominguiana, se ve condicionado
por múltiples circunstancias a la hora de presentarse ante el público: unas
veces la voz refulge de manera insultante, otras suena sofocada y fatigada, y
las menos el cantante aparece ausente y neutro. Afortunadamente, esto último
sucede en contadas situaciones, puesto que uno de los puntos fuertes de
Kaufmann es la fantasía como intérprete y su entrega apasionada que, en muchos casos, suplen (e incluso hacen olvidar) las precariedades técnicas.
Este
disco es un nuevo ejemplo de ese estilo deslavazado de canto, que parece carecer de
unas coordenadas fijas que permitan una regularidad y una coherencia en la
resolución de los problemas. Ni siquiera la sala de grabación, que se supone que
es un lugar que hace posible una mayor serenidad y concentración a la hora de
cantar, sirven al tenor para resolver sus dudas. Vayamos a lo concreto:
la zona de paso, que casi nunca está ortodoxamente cubierta y solucionada,
a veces parece resonar con cierta compostura, pero en otros los sonidos dejan
mucho que desear, como ocurre en las subidas por grados hasta el Sib3 del dúo
de Manon Lescaut, llenas de tiranteces y tensiones, en frases como “Tu non sai
le giornate che buie”, o también “piú non posso lottar”. Algo parecido sucede
con los sonidos feos, abiertos y temblones del Fa3 de “sempre la stessa” en el
aria “Ah, Manon mi tradisce”, o el Fa#3 (una nota larga de duración) en la
frase “sempre sognar”, al principio de “O soave fanciulla”.
Semejantes
desigualdades resolutivas se pueden observar en los ascensos al agudo. A lo
largo del disco se escuchan notas timbradísimas, “squillantes” y llenas
de expansión (bueno el La3 de “nessun strappar” en “Non, pazzo son”; los varios Sib3 del aria de Le Villi;
aceptable el Si3 de “Nessun dorma”), junto a otras desgarbadas, sucias y de
escasa pegada, como el Si3 del final de “Non, pazzo son” sobre la interjección
“ah”, emitido abierto, y de forma muy poco depurada. El aria de Madama Butterfly
es un ejemplo perfecto que recoge en menos de dos minutos esa desigualdad de criterio
y esa sensación de arbitrariedad técnica sobre una misma nota, en este caso el Lab3. Comienza
con un precioso ataque de toda la primera frase (sonidos redondos, mórbidos, muy
bien ligados) que culmina con un Lab3 estupendo, cálido y lleno de mordiente en
“d’amor”. Tiene un pase el siguiente ataque en “tuo squallor”, ya que es una nota
que hay que dar de refilón, sin mantenerla. Aceptable, pero menos conseguido el
penúltimo Lab3, de nuevo sobre “squallor”, y definitivamente feo y sucio el último sobre la
exclamación “ah”. Como en botica, hay de todo y por su orden.
Algunos fragmentos del disco ofrecidos por SONY
En el
aspecto expresivo sucede algo parecido con la indefinición a la hora de optar
por el vulgar falsete o por recoger los sonidos de manera adecuada y
consistente. En el aria de Edgar, el ataque de “O soave vision”, que Puccini
pide piano, Kaufmann lo ataca en falsete, aceptable y musical, pero falsete al
fin y al cabo. Y no acaba de encontrarle el punto a todas la primeras frases
que pierden consistencia por la falta de sonidos apoyados y canónicos. Caso
parecido, y en el que vuelve a quedarse el oyente un poco con la miel en los labios,
sucede en el aria “Or son sei mesi”, de La fanciulla del West. En la frase “ma
un giorno v’ho incontrata”, que ataca a media voz, sería deseable un sonido mejor
compuesto y asentado, pero no cabe duda de que la frase tiene calidez y emoción.
En cambio, Kaufmann suele ser bastante atento con los reguladores, como
demuestra en una frase estupenda ("Minnie, della mia vita mio solo fiore") del
aria “Ch’ella mi creda” , dicha con un fraseo ondulante (como prescribe
Puccini) que otorga gran sentimiento al canto. Aún así, lo mejor aparece en el aria de
Le Villi, uno de los fragmentos más logrados de todo el disco. La frase inicial
("Ecco la casa... Dio, che orrenda notte!") que Puccini marca “a piacere”,
demuestra la fantasía interpretativa de Kaufmann. La primera frase está dicha
con voz sofocada y misteriosa, en la palabra “Dio” apiana con buen estilo, y
resuelve la frase en mezzoforte de manera muy expresiva. Intenta ser mórbido (y
por momentos lo consigue) sobre la difícil tesitura de “Torna ai felici di”, y
sobre todo en “fioria per me l’amor”, donde incluye una bella smorzatura.
A
destacar también en el lado positivo de Kaufmann, la buena dosificación del
fiato que le permite hacer honor a las amplias frases puccinianas, de gran
aliento y expansión melódica. Junto al aria de Le Villi ya comentada, el otro
gran momento del disco es el “Non piangere, Liú”, de Turandot. Desde el
principio, es precioso todo el ataque de las primeras frases a través de un sonido
sedoso y perfumadísimo (extraordinario en este sentido la enorme ayuda que le proporciona el exquisito acompañamiento de Pappano) rematado
con un ritardando (pedido por Puccini) y recogiendo la voz, con mucha
musicalidad, en “dolce mia fanciulla”. La tesitura de la página, en una zona
cómoda y central, la aprovecha de maravillas Kaufmann para desplegar toda la
belleza y carnosidad de su instrumento, que en toda esa franja tiene un
atractivo irresistible.
Making of del disco
Menos
interesante es el “Nessun dorma”, que para ser el aria que da título al disco quizás cabía
esperar una interpretación algo más elaborada. Queda una versión correcta pero sin
especial gancho. Tampoco se encuentra entre lo más conseguido el dúo de Boheme,
por falta de luminosidad y frescura en el timbre, que el cantante no se molesta
en variar para darle unas sonoridades más afectuosas y juveniles. No se entiende
el ataque de la primera frase con un sonido tan recio y cupo, ni por lógica
del momento dramático ni porque Puccini pide piano y dolcissimo. Y
definitivamente prescindible el aria de Gianni Schicchi, donde Kaufmann está muy incómodo por falta de flexibilidad, cintura y gracia para sortear la espinosa
tesitura.
En un
par de dúos (Boheme y Manon Lescaut) acompaña al tenor alemán, la soprano letona Kristine Opolais, que
ofrece un concurso de muy escaso interés. Voz hueca y abombada en centro y
graves, y deshilachada y gritona por el sector agudo. Por contra, extraordinaria
la labor de Antonio Pappano al mando de su orquesta y coro romanos de Santa
Cecilia. Bellísimas las sonoridades, las atmósferas y los acompañamientos que
dispensa al cantante. De nivelazo el envoltorio que ofrece en el aria de Le
Villi, la estupenda introducción al aria de Edgar, la voluptuosidad orquestal
en Manon Lescaut, y sobre todo, el entorno mágico y flotante con que envuelve
el “Non piangere Liú”, la gran joya del disco.
Completísima exposición que consigue que escuchemos mentalmente lo descrito en palabras. Lo que se dice una crítica de verdad. Escucharé los fragmentos recomendados y los más vapuleados teniendo en cuenta los comentarios. Gracias.
ResponderEliminarMuy agradecido por sus comentarios.
EliminarSaludos.