En busca de la zarzuela perdida
"Tomás Barrera. La zarzuela de la desmemoria"(Octavio J. Peidró)
Si a una buena parte de los aficionados a la zarzuela se les
sacara a relucir el nombre de Tomás Barrera, es muy probable que una gran
mayoría no sabría identificar de quién se está hablando. Si se les añadiera
como información que se trata del autor (en colaboración con Rafael Calleja) de
la famosa romanza “Adiós Granada” (perteneciente al cuadro lírico en dos actos,
“Emigrantes”) a buen seguro que ya serían más los aficionados que pudieran ir
atando cabos, pero aún así estamos ante la figura de uno de los autores
zarzuelísticos más olvidados, o de aquéllos tan sólo recordados por un
fragmento (otro caso parecido podría ser el de Agustín Pérez Soriano, compositor
de “El Guitarrico” y de su famosísima jota). Por todo ello, el título de este
libro, “Tomás Barrera. La zarzuela de la desmemoria”, resulta atinadísimo, porque
recoge en la figura del compositor manchego el ejemplo de una pléyade de
músicos que ofrecieron los mejor de su quehacer en el desarrollo del género
lírico español, pero que, con el transcurrir del tiempo, han ido desapareciendo entre las brumas de la historia.
El autor del acto de reparación y justicia que supone este
libro es Octavio J. Peidró, Doctor en Musicología por la Universidad de
Castilla-La Mancha, la tierra que vio nacer a Tomás Barrera, y por la que tanto
se ocupó y preocupó el compositor (a pesar de haber salido muy joven de sus
lares) en aquellos tiempos de singular desidia política y social. La base del libro es
la tesis doctoral presentada por Peidró en 2015, aunque sometida a una labor de
poda y síntesis, como señala el propio autor, en el intento de restar
tecnicismo y densidad al libro, para que pueda ser disfrutado por toda clase de aficionados. Quizás sea éste uno de los elementos que más
lastren el resultado final: la parte dedicada al análisis musical
de la obra de Barrera se antoja demasiado breve y concisa, y deja al lector con
ganas de mucho más.
El libro se divide en tres grandes apartados: un primer
capítulo donde se analiza la realidad histórica, social y cultural que le tocó
vivir al compositor, tanto a nivel general de España, como circunscrito a la
región manchega y a la provincia de Ciudad Real (Barrera nació en La Solana),
así como al desarrollo de la música española en el mismo período; un segundo
apartado donde el autor narra las vicisitudes biográficas de Tomás Barrera, y
finalmente un último capítulo, (y más breve, como ya se ha apuntado), con el
estudio musicológico de algunas de sus partituras. Es en los dos últimos
apartados (biografía y análisis musical) donde Peidró ha debido realizar un
trabajo más esforzado y de mayor enjundia, puesto que el material de partida o
bien era escaso o bien estaba repleto de lagunas y de carencias. En estos casos
es donde se deja entrever con claridad la fe y el entusiasmo que el autor ha
puesto en su labor, dando como resultado algunos descubrimientos de capital
importancia para valorar la figura de Barrera. Por ejemplo, todo lo relacionado
con los hijos del compositor, de los que apenas había datos fehacientes, y
donde ha debido ir atando cabos para llegar a algunas conclusiones; o el
exhaustivo trabajo en hemerotecas y archivos para cuadrar fechas de estrenos de
muchas obras, o intuir el paradero de algunos títulos; y yendo un paso más
allá, Peidró ha conseguido incluso localizar la partitura de una obra de
Barrera que no aparecía siquiera recogida en los catálogos del compositor, cuyo
título es “Mosaico Sinfónico”, y que, precisamente, es una de las pocas obras
no teatrales del maestro.
Como ya se ha comentado, la parte dedicada al análisis
musical es demasiado somera, mientras que, por contra, hay circunstancias
vitales del compositor donde Peidró quizás se muestra en exceso minucioso y
pormenorizado, ralentizando el ágil discurrir del relato, como puede ser todo el asunto relacionado con el seudónimo de
Eladio Montero, o el litigio mantenido por Barrera y Rafael Calleja contra
Pablo Cases, a propósito de los derechos de reproducción de la obra que los
tres escribieron en colaboración: “Emigrantes”, cuyas famosas "granadinas" han sido cantadas y grabadas por multitud de tenores, desde los históricos Schipa o Fleta, pasando por Kraus o Domingo, y terminando en el riguroso presente con Flórez. En cualquier caso, y más allá
de estas pequeñas objeciones, estamos ante una obra necesaria, por
reivindicadora, y que sobre todo atrae por la pasión y el entusiasmo que se nota que Peidró ha puesto en su labor.
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