Homenaje a Lorca en la voz de Carlos Alvarez
Se publica por primera vez este recital que ya tiene unos
años, puesto que tuvo lugar en 2007 en el Teatro de la Monnaie, de Bruselas, pero que se hace
coincidir ahora con el 80 aniversario de la muerte de Federico García Lorca (en
el recién fenecido 2016), ya que el poeta granadino sirve de excusa inmejorable
para la elaboración de buena parte del programa elegido por Carlos Alvarez y
por su acompañante, el pianista vizcaíno Rubén Fernández Aguirre. En efecto,
toda la primera parte del recital, de carácter más intimista, está conformada
por algunas de las canciones populares españolas de antiguos cancioneros que, en su
momento, Lorca transcribió y armonizó. Además, se incluyen otras cuatro
canciones que el compositor y director de orquesta Miquel Ortega ha compuesto
sobre textos del propio García Lorca, mientras que la segunda parte queda
reservada para el realce de un género más expansivo y directo, como es la
zarzuela.
De Federico García Lorca se podría decir que la Música fue su
primera y más genuina vocación, antes incluso que la Literatura (Jorge Guillén
llegó a afirmar que “en música fue tal
vez donde el gusto de Federico se refinó con más pureza”), y al arte de
Euterpe se dedicó con absoluta devoción, como intérprete (cantaba y tocaba el
piano) y como estudioso, sobre todo de los cancioneros populares antiguos. De
ahí extrajo algunas de sus obras musicales, que llegó a grabar acompañando al
piano a La Argentinita, en unos discos que tuvieron mucha repercusión en su
momento. Carlos Alvarez afronta este repertorio, bastante alejado de lo que en
él es habitual, con su voluminosa voz y un estilo quizás demasiado ampuloso
para el tono sencillo y popular que este tipo de canciones requiere. La manera
de cantar del barítono malagueño siempre ha pecado de una cierta
artificiosidad, por el exceso de engolamiento y el abuso de las sonoridades
oscuras, lo cual también influye en una expresión un tanto monocorde y con
escasa cintura para otorgarle variedad y meandros al fraseo. Aún así, hay
momentos muy logrados, como cuando el cantante se contagia del gracejo de la
música (en “Los reyes de la baraja”), cuando alcanza el exquisito vuelo lírico de la
preciosa canción de Miquel Ortega “Romance de la luna, luna”, o cuando extrae toda la
introspección de “Memento” (también de Ortega) desplegando el terciopelo que
sin duda posee la franja central y grave de la voz de Alvarez.
Pero, obviamente y dadas sus características, es en el
repertorio zarzuelístico donde el barítono se siente más a sus anchas. Las
limitaciones mencionadas siguen estando presentes, pero la voz se expande con
soltura y brillantez en unas tesituras que no son precisamente fáciles ni
cómodas. De las seis romanzas escogidas para este recital, todas forman parte
del repertorio habitual de Carlos Alvarez, salvo el brindis de Don Gil de
Alcalá (un fragmento en origen para la voz de bajo) que supone una novedad en
su voz, y que el cantante resuelve con mucha gallardía. Finalmente, destacar la
labor de Rubén Fernández Aguirre al piano, recreando y sugiriendo atmósferas
con una calidez extraordinaria.
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