El Reclinatorio
Titta Ruffo en Cristoforo Colombo ("Aman lassú le stelle")
Cual caballero andante, llevo un tiempo empeñado en defender
el honor mancillado del commendatore Titta Ruffo, un cantante maltratado por el
paso del tiempo, al hacerle culpable de la deriva canora de las últimas
generaciones. Sostengo lo contrario: Ruffo fue un cantante extraordinario, de
potente personalidad y voz prodigiosa, pero también de alta escuela, elevada
inteligencia y notable sensibilidad. Su canto arrebatado y su incandescente
expresividad fueron imitados por los que carecían de su talento y su dominio
técnico, y el resultado fue la degeneración y la caricatura, pero de eso el
commendatore poca culpa tenía.
He aquí otro ejemplo más de su maestría técnica. Se trata de
uno de los momentos solistas del protagonista de Cristóforo Colombo, ópera
compuesta por Alberto Franchetti para conmemorar el cuarto centenerario del
descubrimiento de América, en 1892. La tesitura de la página es criminal con
hasta 13 Fa naturales, más un Sol y un Lab (aunque aquí Franchetti se apiada del
barítono y le ofrece un oppure más llevadero, donde sólo le pide… otro Fa3),
pero es que además de todo ese ramillete de agudos, la página incide
continuamente en la zona de paso del barítono (Do#, Re, Mi), donde hay que
frasear y expresar con el exquisito lenguaje poético que usa el personaje para
hablar de los astros y del mar, intentando apaciguar al personal de a bordo que
empieza a impacientarse.
Las primeras frases ya inciden una y otra vez sobre el Re.
El descenso al grave (un La) (0:33) es estupendo, pastoso, redondo, una nota de
extraordinaria consistencia, y eso que el registro grave no era el fuerte de
Ruffo. El ataque a media voz de la primera frase ("Aman lassú le stelle", 0:40)
es precioso, y luego el adorno en “strani” (0:46) es de mucha clase,
consiguiendo que esa voz suya, leonina, parezca seda pura. El sonido,
perfectamente enmascarado, tiene una vibración y una pegada soberana, que
desborda incluso lo arcaico y rudimentario de la grabación. Sobre cualquier
vocal los sonidos son inmaculados, pero sobre la “i”, como por ejemplo en “palpiti”
(0:58), “cosí” y “malia” (1:18 al 1:20), o el Fa3 en “via” (1:33), la
penetración sonora es apabullante. Ese enmascaramiento y la perfecta solidez
del apoyo le permiten una fluidez, una homogeneidad y un legato absolutamente admirables. Los sonidos flotan con una libertad asombrosa (como si fuera una
pluma que no pesara nada, todo lo contrario que los cantantes actuales que
parece que las voces les pesan tonelada y media), flexibles a la voluntad del
intérprete, que puede hacer con ellos lo que le viene en gana para otorgar
sentido y expresividad al canto. Así, cantar parece la cosa más fácil del
mundo, incluso encima de un campo de minas como es la tesitura de este
fragmento.
A partir de “per la conca d’argento” (2:06) y a medida que
el desarrollo melódico se va galvanizando, el cantante despliega su
habitual desborde pasional en un canto hecho de pura emoción pero desde el
máximo control técnico, para desembocar en el monumental Lab de “ergi un vano
splendor” (2:46) que en boca de Ruffo parece una nota tan natural y sencilla
como cualquier otra.
¡Al reclinatorio!...
Para comprender la tremenda dificultad de esta página, nada
mejor que acudir a la versión de una eminencia vocal y cantante supremo como Pasquale
Amato, quien, sin embargo, no se encuentra tan cómodo como Ruffo y palidece
ante él. Juega en su contra, además, que el reprocesado de la vieja grabación
no se ha realizado fielmente, y está casi medio tono más alta, circunstancia,
por cierto, que también le ocurre a la versión de Ruffo en otra fuente que
circula por youtube. La buena del pisano es la que se ha enlazado aquí.
"Voz leonina, sin fronteras, a veces sonaba rugiente o tronante , con una pulsación interna casi animal, de un poder percutiente que se creería amalgamada con hierro , otras veces sonaba languideciente o arrastrada, portadora de un torrente de secreta y oscura melancolía ..." Lauri-Volpi dixit .
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