Génesis y estructura de la obra
Roberto Devereux se estrenó en el Teatro San
Carlo, de Nápoles, el 28 de octubre de 1837, con un reparto de nivel en el que
participaban Giuseppina Ronzi de Begnis (Elisabetta), Giovanni Basadonna
(Roberto), Paul Barroilhet (Nottingham) y la debutante Almerinda Granchi como
Sara. No fue una composición fácil para Donizetti la de esta obra, más bien
todo lo contrario, y no por la obra en sí, sino por las circunstancias
personales que acompañaron el proceso de creación. Aparte de una terrible
epidemia de cólera que asoló Nápoles (y buena parte de la península itálica)
durante aquellas fechas, Donizetti vio morir en el transcurso de poco más de
dos meses a su esposa, Virginia, y a un hijo neonato que apenas vivió unos
días. A ello habría que añadir que el compositor había perdido también a sus
padres el año anterior. La desolación de Donizetti tras todas aquellas
desgracias era devastadora y sólo encontraba alivio a sus penas, precisamente,
en el trabajo. Tras el estreno, confesaba a un amigo en una carta que "aún
en medio del dolor de sentirme solo en este mundo, consigo algo de consuelo en
el arte". Y fue el propio compositor quien denominó a su Roberto (obra por la que siempre tuvo un gran aprecio), como “la
ópera de las emociones” por la cantidad de recuerdos y sentimientos que
despertaba en él.
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Giuseppina Ronzi de Begnis |
Buena parte del mérito de la obra hay que
dárselo también al excelente libreto de Salvatore Cammarano, habitual
colaborador de Donizetti, quien lo tenía en gran estima, que fue elogiado desde
el mismo día del estreno, ocurriendo un hecho muy poco habitual, y es que, en
esa noche de triunfo que supuso la primera representación napolitana, el
libretista fue llamado a saludar junto al compositor y los cantantes,
circunstancia absolutamente excepcional. Siguiendo las directrices marcadas por
Donizetti, Cammarano sintetizó de manera admirable los acontecimientos y las
emociones de los personajes, a los cuales además supo caracterizar con
concreción pero con eficacia. Quizás el personaje más pasivo sea precisamente el
que da título a la obra, Roberto (que es el único además que no cuenta con un
aria de presentación, hecho extraño para un tenor protagonista), quien apenas
tiene iniciativa, sino que más bien recibe sobre sí mismo las acciones y los
comportamientos de los demás. Los otros tres transmiten siempre una sensación
de verdad en sus vivencias y sentimientos. Sara, con su congoja interior entre
la fidelidad conyugal, su amor por Roberto y su ansiedad ante el futuro;
Nottingham, en su nobleza de sentimientos hacia su esposa y amigo (en esto recuerda
mucho al posterior Renato, de Ballo in Maschera), y su lealtad ante su reina,
circunstancias todas que se verán resquebrajadas con el sucederse de los
acontecimientos. Y finalmente la gran protagonista de la obra, y uno de los
grandes papeles sopraniles del belcanto romántico, la reina Elisabetta, un
volcán en erupción, un torbellino de sentimientos encontrados, que no es capaz
de dominar ni de sofocar, ni como mujer ni como reina. Sin duda un papel de
extraordinaria complejidad dramática y vocal (Ashbrook lo sitúa al mismo nivel de grandeza que Norma) que necesita de una intérprete superior y de una inmensa
vocalista. Una lástima que Maria Callas nunca se acercara a este personaje
donde no hace falta aventurarse demasiado para asegurar que podría haber hecho también historia.
Roberto Devereux estaba pensada en un
principio en dos actos, pero luego se dividió en tres. Por ello el primer acto
concluye con un dúo de amor (como en Lucia di Lammermoor) y el segundo acto que hoy conocemos
era en realidad el primigenio Finale Primo. Aunque en una apreciación rápida la
obra puede parecer chapada a la antigua y no tan experimental en cuanto a
estructuras como algunos otros títulos de la misma época (L’Assedio di
Calais, sin ir más lejos, estrenada también en Nápoles el año anterior), a
poco que uno se fija, se puede apreciar cómo Donizetti realiza interesantes
deformaciones estructurales en busca de una mayor brevedad y eficacia
dramática. Así, por ejemplo, y aunque todos los números (salvo la cavatina de
Sara) tienen su cabaletta correspondiente, en éstas cada personaje canta una
melodía diferente (y no se limitan a repetir la misma música, como era de rigor
en la época), circunstancia a través de la cual el autor remarca los
diferentes sentimientos que van separando a cada uno de ellos. De igual forma,
el compositor juega con fines dramáticos con las fórmulas estructurales en el dúo soprano/barítono
del tercer acto, de tal manera que en la repetición de la cabaletta, sólo sea
Nottinghman quien expone su melodía, acallando a su esposa, con lo cual se
tiene la sensación de que quien gana en el conflicto es el marido vengador ante una esposa que ha perdido definitivamente la partida.
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Salvatore Cammarano |
Otro elemento fundamental de la obra es el ritmo vertiginoso de los acontecimientos y la sensación de progresión continua, de impulso hacia adelante siempre, de tensión constante. Incluso en los momentos más calmos (como pudiera ser el dúo Sara/Roberto) la sensación es de urgencia, de inestabilidad, de ansiedad creciente. La cabaletta de este dúo es, de nuevo, un ejemplo perfecto del uso de una fórmula establecida (tempo rápido al final de un número cerrado) para transmitir un efecto de tensión dramática (la fórmula, e incluso la melodía, recuerdan mucho a un momento parecido en el dúo Gilda/Duca del primer acto de Rigoletto). También Donizetti, tanto en este dúo, como en el del tercer acto entre Sara y Nottingham, establece ya los modelos claros de lo que luego sería el canto de conversación, que el propio compositor trabajaría con asiduidad. En el dúo conyugal incluso es más la sensación que se produce en el oyente que la propia estructura, puesto que en realidad cada personaje canta su parte por separado, en una especie de declamado imperioso más que una melodía propiamente dicha, mientras que la orquesta expone un tema de apariencia galante, pero cargado de incisividad, y es ese conjunto de elementos lo que va conformando una dialéctica de reproches y enfrentamiento más figurada que real.
En ese sentido de progresión constante y de
tensión acumulada es paradigmático el segundo acto, que constituye en sí mismo
un auténtico monumento musical. Como señala también William Ashbrook, “en el
segundo acto de Roberto Devereux se realiza, de manera muy italiana, el ideal
wagneriano del drama musical”. Las estructuras formales pierden sus límites y
ceden el testigo al sucederse de los acontecimientos y a la evolución interior
de los personajes. La atmósfera se va espesando y se va cargando de voltaje
hasta hacerse irrespirable, y finalmente estalla en esa stretta final donde se
desbordan todas las pasiones y donde empieza a vislumbrarse el abismo al que se
precipitan sin remedio los cuatro protagonistas.
En definitiva, Roberto Devereux es un gran
paso adelante en esa búsqueda de la verdad y de la concisión dramática en el
que tanto empeño puso Donizetti a lo largo de su vida artística, y en el que
fue marcando una vereda por la que luego transitaría el mismísimo Verdi,
preocupado también por esa verosimilitud y esa brevedad en la concepción del
melodrama. La obra fue un éxito, como se ha comentado ya, desde su primera
noche, y tuvo una brillante carrera por el resto de Italia y del mundo, aunque,
como le ocurrió a todo este repertorio, fue desapareciendo de los escenarios
con el transcurso del siglo XIX y la consiguiente eclosión del drama wagneriano, el Verdi
maduro y el verismo. Su última representación decimonónica se sitúa en Pavía,
en 1882. Desde entonces y hasta 1956 (en que fue ofrecida en Bérgamo, en versión
de concierto) la obra durmió el sueño de los justos. Su recuperación escénica
en el siglo XX tuvo lugar en 1964, en el mismo teatro San Carlo napolitano donde había sido estrenada, con Leyla Gencer de
protagonista (hay grabación, que se analizará próximamente), y a partir de
entonces, si no se puede decir que sea un título de repertorio, sí al menos se
puede concluir que no es ya una rareza.
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Giovanni Battista Rubini |
Roberto Devereux (Obertura escrita para el estreno en París)
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